Tecnología como prueba de objetividad

Vivir rodeados de objetos tecnológicos, que son el fruto de la objetualización de la realidad, refuerza nuestro pre-juicio de que dicha realidad es totalmente objetivable. Hasta tal punto es intenso su efecto que nos hace ciegos para percibir cualquier otra opción. La situación se torna unidimensional puesto que la tecnología inspira y demuestra tal objetualidad en nuestra existencia.

Un artefacto tecnológico es una prueba viviente de lo objetivable en la existencia y una refutación rotunda y palpable de cualquier otra dimensión en ella.

Tal despliegue dialéctico funciona en giro sobre sí mismo sin aparente salida. Como si de una espiral se tratase un problema con una red social no será solucionado con su abandono sino con la construcción de otra meta red que vigile/controle la red anterior… y así sucesivamente.

En el sueño tecnológico, un problema generado por una tekné se soluciona con otra nueva tekné que englobe a la anterior.

La convicción en la objetividad deviene en la soberbia epistemológica del sistema tecno-científico. El mundo-objeto genera su contrapartida inmanente: el yo-sujeto. El yo-sujeto es también un objeto para sí mismo, estamos a las puertas de la creación de individuos narcisistas pueriles, que en un giro inesperado confrontan con la propia objetividad: hemos llegado a la conspiración.

Hija de la objetividad y de una vuelta regresiva sobre sí misma, la conspiración es la sospecha de que la realidad tecno-científica podría no ser tan objetiva como aparenta, es decir, que aún debería serlo más. Las teorías de la conspiración son explicaciones agonísticas-jerarquizadas de un paradigma sistémico. De un sistema de tecnología-poder que funciona sin restricciones.

Una expresión no unidimensional apuntaría a otra realidad simbólica, la representación actual cultural-cibernética apunta a sí misma de forma circular, como el selfy en una red social. No apunta fuera de sí misma. La conciencia se re-presenta a si misma y a la realidad a través del símbolo fluido, no a través de la repetición.

Sin embargo, ya apuntó Warhol que la repetición de simples imágenes sin trasfondo aparente apuntaban mediante un proceso, en parte, sinestésico hacia la creación de otros sentidos fuera de ellas mismas.

Puede que sea este camino y no otro, como el de las sinestesias sonoras, el único que nos permita trascender la realidad, que como un tótem inamovible de sí misma se muestra en la actualidad. Es decir, superar la unidimensionalidad a través de una hiperestesia de la información que altere su naturaleza de dato discreto y la lleve a otra dimensión creadora.

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