¿Puede existir un conocimiento basado en la intuición? Se perfectamente que la palabra tiene una connotación que la une a cierta sensación infantil, o no desarrollada, o no científica, o no racional, aquello contra lo que abominan los filósofos desde hace milenios.
Si imaginamos una combinación ganadora para cualquier lotería próxima, la apuntamos cuidadosamente en un papel y luego llegado el sorteo esta se cumpliese ¿Tendríamos que afirmar que tuvimos un “conocimiento” intuitivo de una “realidad”? Una realidad que era imposible que yo dedujera. ¿O esto no puede suceder? Aceptemos que puede suceder pues.
Unos pensarán, que yo nunca “supe” nada. Ya que una idea en mi mente (una combinación de números en este caso) nunca es verdadera ni falsa, es decir, no hay prueba de que tenga “relación” con el mundo. Esta será la salida empirista.
Otros pensarán que esa idea en mi mente es en cierto modo “contingente”, es decir, no se deriva de una necesidad lógica o metafísica. Es, por tanto, una idea gratuita, insustancial, sin relación con la estructura de la realidad. La salida racionalista, quizás esencialista.
Pero la paradoja sigue tozuda, es posible escribir una serie de números y que estos sean realmente los que correspondan con un sorteo. Puede suceder.
Acudamos ahora a la teoría de la probabilidad, convirtámoslo en una cuestión de probabilidad. No obstante, que algo suceda menos frecuentemente no lo hace “menos real”. Y en cierto modo tampoco menos sustancial.
El cálculo o estimación de la probabilidad de “algo”, en su versión más habitual, requiere de la asunción no comprobable de que una serie de eventos “similares” (en nuestro caso sorteos) se repetirán infinitamente. De esto nunca tendremos una prueba directa, sólo podemos confiar en que la realidad se comporte del modo racional que esperamos.
Por otro lado, si no acertáramos, lo más probable, seguiría siendo una intuición válida del universo posible e infinito que se daría si los sorteos de lotería se siguiesen produciendo de manera periódica e infinita. Es decir, en algún lugar de los infinitos sorteos, mi combinación imaginada, será la ganadora.
Miremos ahora otra situación, si quiero negar mi influencia en una tirada del Tarot, en las cartas que selecciono, o en su concreta aparición; en última instancia tendría que hacer infinitos lanzamientos, de los que tomase nota, hasta “darme cuenta” de que todas las cartas aparecen el mismo número de veces. Así comprobaría que ese azar se ha vuelto “racional” e independiente de mí.
Esperar al infinito para que ocurra el milagro de que lo racional se vuelva empírico… Solo en lo infinito lo racional se hace/hará empírico.
En definitiva, no tengo una base sólida para negar que pueda existir esa influencia sobre las cartas, salvo mis creencias culturales, educación, etc. Tampoco la tengo para afirmar tal influencia. La situación no pinta muy bien por lo tanto.
La animadversión a “lo intuitivo” no es tanto por su ausencia de lógica o verdad demostrable, es por lo difícil que resulta generar un método con ella, su rebeldía a la metodología. A la repetición, puede que al mismo logos, pero a la vez está en la raíz de todo logos.
Un método intuitivo atacaría la infinitud de posibilidades viajando por ellas y no necesitaría del aparataje lógico deductivo ¿Es posible tal método de conocimiento?