La necesidad de ser un Yo

¿Por qué iba a ser solo un personaje de esta matrix cuando puedo serlos todos? ¿No será esa la cárcel, la obligación de ser solo una cosa, una persona?

¿Qué relación existe entre la auto-explotación del Yo como generador de capital cultural y la privatización del conocimiento y de la cultura? ¿Exprimimos cada psique para que brote una individualidad que dé frutos privatizables?

Cuando toda la cultura está privatizada por los derechos de autor y el copyright ¿Sólo la autoproducción del mi Yo me pertenece?

Podemos pensar en nuestro Yo como lo único que nos pertenecería en la medida en que todo lo demás ya se encuentra privatizado. Pero la auto-producción de mi Yo debe insertarse rápidamente en esa lógica de la privatización inmediata.

Se trataría en todo caso de una privatización datificada del Yo, allí donde sea posible convertir esa experiencia íntima en forma de dato mecanizable. De este modo “descargar” nuestro ser en forma de datos, vendidos después por su valor de mercado, sería el modo básico de optimización de uno mismo.

Con el “famoso” nos encontraríamos como un ser híper-productivo del Yo. El famoso, el influencer serían una hipertrofia del Yo que consigue crear una subjetividad que es plenamente datificable y capitalizable. Que como en una cámara de fitness psíquico expande su Yo convirtiéndolo en infinitos datos monetizables.

A golpes de martillo con Nietzsche

Si Darwin fue el “viajero” liberal del imperio colonial inglés, Nietzsche fue el alemán errante de la potencia europea “encerrada” en sí misma. La fuerza como única opción.

La deuda con la que nos carga el sacerdote prosigue en el capitalismo y el liberalismo, de modo que debe estar dentro, también, del militar. El guerrero debe cobrar la misma deuda con sangre.

En la queja y en el “resentimiento” del esclavo no encuentra Nietzsche ninguna fuerza transformadora o de futuro. Otra forma de cerrar las opciones. La fuerza como única opción.

Su rechazo al pensamiento trascendental también tiene su genealogía: el positivismo del siglo XIX. La edad dorada de la burguesía. ¿Sería, por tanto, un burgués alemán que apenas se reconoce como tal?

Lo más importante de Nietzsche no es lo que pensaba en sí de cada cosa, sino las herramientas que usaba para pensar de ese modo. Y como rencorosos esclavos que somos, le robamos esas herramientas para usarlas incluso contra él.

El auténtico canto del gallo, la aurora, sucede cuando “el poder se muestra desnudo” al fin. El poder ya no se puede vestir de ningún traje, su brutal desnudez produce ceguera, pero los ojos ya se acostumbrarán poco a poco su visión.

La riqueza y sus símbolos

Alcanzar la riqueza y huir de la pobreza es el intento mismo de escapar a la muerte. El oro y el boato nos alejan de la muerte, la pobreza, por su parte, nos acerca a ella.

El oro es la iluminación, es el mundo espiritual, la promesa de la eternidad. Es el mundo celeste, también, inmutable y perfecto. Brillos, como los de las piedras preciosas, son divinos. Son marcas y enseñas de la inmortalidad.

Las pieles de los animales sagrados simbolizan el dominio de la naturaleza y la preeminencia sobre los demás seres humanos. Todavía nuestros automóviles están inspirados en su diseño en el mundo animal, especialmente en su fiereza, dinamismo o líneas corporales o faciales.

Nos encontramos ante toda una simbología atávica y profunda que sigue rodeando al poder, aún hoy. No ha desaparecido sigue vigente, trasciende lo racional y sigue relacionando el antiguo mundo corruptible con el inmutable.

Los signos de la riqueza son reclamos sensibles que pretenden alejar la miseria, como talismanes que apartan la muerte. Son signos de una naturaleza que se pretende menos expuesta a la destrucción y al deterioro.

Masculinidad y gimnasio

Cuando las máquinas dominan la producción, lo masculino en su excrecencia quiere renovarse a través de su apariencia: el gimnasio.

Solo en su estética puede el cuerpo masculino competir con la energía productora de capital de la máquina. Como promesa de un dominio que se pierde pero que puede retornar en forma totalitaria y anacrónica.

La clase social de los trabajadores fabriles, industriales, blancos de occidente se ha convertido en una clase conservadora. El propio desarrollo de las fuerzas productivas, la dinámica histórica les ha pasado por encima. Conservadores, porque sienten que su posición central en la producción, en el hogar y en la sociedad se ha desplazado.

El trabajo intelectual, los bajos salarios, la deslocalización, la producción robotizada… elementos que se convierten en palancas de modificación de la propia sociedad. De este modo, el inmigrante, la mujer, el homosexual, se convierten en imágenes reflectantes de su propia “deslocalización de la posición central”.

El trabajo está precarizado, los salarios son insuficientes para sostener una familia, en el hogar ya no se reina.

No obstante aún queda la masculinidad como racionalidad tecnológica o inteligencia técnica.

Si bien lo masculino era en el sacerdote la clave de unión con el mundo divino (en la mujer sólo al precio del celibato), en la inteligencia tecnológica aún cabalga el músculo masculino en forma de dominación.

La historia del poder en Europa es la historia de la “sangre”

La historia del poder en Europa es la historia del poder de la “sangre”. Llevada hasta la cima por la nobleza de los pueblos “bárbaros” y sus sistemas de elección de herederos de sangre. Empujada hasta el interior del propio Imperio Romano.

La pureza de sangre de la España inquisitorial, así como el nacimiento de las naciones modernas como comunidades de sangre, son sus consecuencias históricas. Y después, la llegada de la biología y las razas. Todo un largo camino histórico que impregna Europa.

¿Cómo hubiese sido el poder sin esa aportación? La antigüedad greco-romana no lo hubiese entendido plenamente: “la importancia de la pureza de la sangre”.

La sangre es carne, parentesco, familia, filiación, son nombres propios, árboles genealógicos. Pero es mucho más, es una inclusión-exclusión que se ancla en un mundo natural apenas existente como entidad durante la antigüedad y la Edad Media.

La idea de especie

La idea de “especie” (humana, animal, etc.) de la ciencias naturales de la Ilustración es el marco de las ideas humanistas, son su límite y marco. Antes de la especie había cristiandad, moros, francos, hispanos, que se yo, que en cierto momento se dieron la mano en el “hombre” humanista, para crear un sustrato de la “humanidad” primero y luego la inmersión en la naturaleza.

Que la especie adquiera un valor de conocimiento superior al conocimiento autorreferencial de “romano”, “galo”, “hispano” o “turco”, incluso al de “cristiano” o “sarraceno”, estos últimos religiosos y que consiguieron un notable éxito como conceptos organizadores de una mayor dimensión que los anteriores y solo comparables al de “ciudadano romano” de la antigüedad tardía. Eso fue un logro.

Repito, que la especie adquiera un valor de conocimiento superior indica ya un proyecto de conocimiento, de organización y de poder de notable altura, no como idea, sino como victoria para la historia.

Entre el “humano” cristiano que tiene alma y el “ser natural” se configura la idea de “humanidad”.

5/08/2018