La homogeneidad cultural, que tiene como tendencia nuestra época, no se debe tanto al simple intercambio cultural intensivo, sino más bien es el resultado de la conversión de la cultura en mercancía, en “producto” vendible y consumible.
Visto de forma inversa esto quiere decir que un intercambio intensivo cultural no trae consigo la homogeneidad, sino, probablemente todo lo contrario.
¿Sería la transformación de la cultura en mercancía, la condición previa para su homogeneización en nuestra época? ¿Se podría, por tanto, imaginar una “globalización” no homogeneizante?, ¿una que fuese más bien todo lo contrario?
Las diferencias, en un sistema cultural, no son borrables de forma sencilla, pero se vuelven transparentes elevando las identidades a un nuevo nivel. Es en ese nivel, digamos meta-cultural, es donde se puede operar un lifting eficaz.
En el mundo digital-cultural, en cierto sentido, no existe la diferenciación. Hoy no se puede ser diferente debido a la absorción total que ejerce la verdad globalizada-tecnificada-digital. La creación y el mantenimiento del sentido se generan en grandes círculos-atractores a los que uno no puede hacer más que acercarse.
Cuanto mayor es el círculo-atractor, mas gente es adherida y mayor la homogeneidad normativa. El círculo atractor es un esquema necesario para la gestión de datos y la segmentación de consumidores. De modo que, seguramente, es un armazón inherente a la sociedad de consumo digital.
Nadie es diferente a otro por una cualidad definida, es por ello que solo existe un elemento que puede ser ejecutable en un sistema digital informático: la cantidad.
Es en la cantidad donde es posible desarrollar un culto hacia el ego, (youtubers, influencers) que no son mas que los representantes destacados de esa “indiferencia”. Puesto que no puedes ser diferente solo puedes hacer resaltar tu “ego” en su forma mas primaria, como portavoz del círculo-atractor-verdad, aunque hables y seas casi lo mismo.
Es por todo ello que el grito de guerra debería ser: “No te unas a mí, divide”