“En ningún lugar uno se puede sentir tan solo como en medio de una inmensidad de personas. La soledad es relativa a lo que nos rodea y al modelo de relación que sea dominante.”
Internet ha sufrido una evolución como si de la propia historia humana se tratara. Comenzó como una época comunal de recolectores y cazadores y ha devenido en una forma de reinados de la Edad del Bronce.
La época neo-liberal tiene vectores y polos de dirección que apuntan a una estructura de “caciques locales”, donde pocos magnates acumulan la subordinación de grandes grupos, articulados muy irregularmente con el Estado. Esta localidad se expresa tanto geográficamente como por sectores económicos. Este mismo esquema ha reproducido internet. Una nueva época de acumulación de localidad, cuando, en teoría, vivíamos en una época de globalidad.
En ese sentido internet ha reproducido esta estructura a la perfección. Se trataría de un ejemplo de tecnología moldeada por un esquema económico y de poder.
La necesidad de adherirse a polos de importancia y atracción es interna al funcionamiento de las redes sociales. Su lógica, además, remarca fuertemente la sensación de aislamiento y soledad sino se cumple con ese precepto. En su funcionamiento, el propio flujo o la relación carecen de valor sino están jerarquizados.
Las redes sociales no son mecanismos de relacionar individuos, sino más bien, instrumentos de creación forzosa de jerarquías y grupos de seguimiento y subordinación. Hay una “apariencia” de horizontalidad, pero realmente, lo que generan son relaciones verticales y bolsas de supeditación.
En ningún lugar uno se puede sentir tan solo como en medio de una inmensidad de personas. La soledad es relativa a lo que nos rodea y al modelo de relación que sea dominante. Bajo la apariencia de ser un potencial océano de relaciones y una llamada a la relación virtual; se nos somete a un sistema de premios y castigos de “comunalidad vertical” y realidad ontológica burlada.
El propio deseo de socializar es vehiculado hacia un modelo que engrosa, desde luego el capital (que es burlado a aquellos que lo generan digitalmente), además de a un esquema que alimenta bolsas de poder, de sentido y de superioridad.
Nuevas formas de “autoridad” surgen, como una risa irónica para el sueño de una horizontalidad de opiniones. Una superior autoridad respaldada por una comunalidad digital, teóricamente voluntaria y horizontal. En un ejemplo claro de cómo las posibilidades tecnológicas pueden abrir un campo enorme y sin embargo la configuración histórica no permitir su desarrollo.
Los datos generados por la propia “vida” se convierten en capital por unidad de tiempo. Los usuari@s se convierten en fértiles generadores de un producto que les es enajenado, convertidos en mediadores de datos virtuales; productores y limitadamente consumidores, de una masa de datos privatizada.
El capital creativo constantemente creado es constantemente enajenado. Transformado en formas usables por el capital y los Estados. No es ya la “identidad” digital y los rastros negociados como activos, es toda una mecánica de fijación del comportamiento, identificable, individualizable, medible y en última instancia vendible y utilizable. La propia forma de usar y los objetivos de su uso ya están predeterminados. Se crea un sujeto individualizado al que adherir acciones, se crean acciones predeterminadas que constituyan sus atributos y así sucesivamente.
La realidad no es “real” si no se virtualiza, las vivencias no lo son sino son compartidas, cuanto más lo sean, más reales serán. Ontológicamente lo real se ha transformado. Si en el laboratorio son los propios aparatos los que nos dan la mediación con la realidad, en el mundo digital la realidad no cuaja hasta verse incluida en la virtualidad. Es por ello, que el mundo virtual y digital de las redes de comunicación es nuestra mediación con la “auténtica realidad” de nuestra época.
En un circuito interminable de Reality Show hemos de participar simultáneamente como actores y espectadores de nuestra propia existencia y la de los demás. Validada, eso sí, en su “potencia ontológica” por la repetibilidad recibida. (Los likes)
De este modo se sigue cumpliendo que es la tecnología la que define lo real. Y es su mediación la que nos proporciona sus contornos. No obstante las tecnologías son hijas del poder de una época y son moldeadas por él.
El modelo de Reality Show, se ha convertido en el modelo de representación estética preferido, verse a uno mismo en el mundo virtual es el cumplimiento del deseo de renovar e intensificar nuestra propia realidad en el mundo. Como una evolución de los medios de comunicación de masas: individualizados y globalizados a la par.
Se dice que el siervo soñaba con ser rey, en nuestra época hemos querido ser televisiones y repetir el esquema: emisor único, y múltiples y pasivos receptores. Aunque la tecnología hubiese permitido diversas formas, no hemos sabido escapar de un esquema de comunicación-poder, que nos ha enseñado a relacionarnos.