El constante retorno de lo reprimido
Se define la xenofobia como una idea únicamente relacionada con el temor al extraño o diferente, al extranjero. Pero es obvio que tal definición no se cumple. No es suficiente la existencia de extraños o extranjeros para que surja. Pensemos en los miles de europeos que pueblan las costas del mediterráneo.
Necesita para aparecer de un contexto, de una estructura, de posiciones y significados para aquellos en los que surja.
En un sentido inconsciente el rechazo al inmigrante es un rechazo a aquella parte de nosotros que rememora muestro subconsciente económico-cultural estructural. Aquel en el cual no queremos reconocernos, pero reaparece sin cesar.
El sector agrario, en su evolución actual habría que llamarlo agroalimentario, supone al menos el 21% de la economía de la Región de Murcia. Es decir es una auténtica “infraestructura” económica de la Región. Una infraestructura que los murcianos rechazamos como fase económica y social atrasada, en la cual no nos reconocemos, pero sabemos de su fundamental importancia.
El trabajador/a inmigrante es el mas explotado y encarna esa fase anterior del proceso productivo del cual nos queremos alejar, y como consecuencia se genera una ideología cultural que le denigra y que luego vuelve de nuevo convertida en razón que justifica y facilita su explotación.
El trabajador inmigrante mal pagado es la infraestructura económica oculta que sostiene la Región. Es nuestro “otro” por que es lo que nosotros hemos sido y en cierto sentido somos pero hemos reprimido como forma social y de trabajo. Pero que un sistema económico injusto necesita para su reproducción.
Lo reprimido como fase productiva no-superada vuelve en forma de inmigrante.
La “castellanidad” incompleta
Murcia es una sociedad con sentimiento de inferioridad, acomplejada y avergonzada se sí misma. Su agraridad reciente y actual, su incompleta y siempre deficiente “castellanización” y la ausencia de una autoconciencia fuerte la relegan a un cierto grado de autoestigmatización.
Las clases dominantes murcianas evitan cualquier rasgo de murcianización para si mismas. Aquí el racismo lingüístico es palpable como distinción de clase social. Y muy a menudo directamente desprecian “lo murciano” como deformación inculta de una castellanidad que debiera ser el referente.
Estas clases dominantes de Murcia son herederas directas o indirectas de cuadros de mando del Estado central español. Con una conciencia que se podría definir con cierta exageración como cuasi-colonial administran un territorio con una población que no encaja con su ideal castellano y al que por lo tanto desprecian.
Las élites políticas regionales (particularmente de derechas), practican un murcianismo de “postizas y trajes regionales” precisamente para tratar de llenar el vacío que existe entre el poder y la gente común murciana que no es para nada ajena a este distanciamiento histórico.
La ironía es que los murcianos valoramos mucho mas a la nación española de lo que ella hace con nosotros.
Un centro de enseñanza para inmigrantes
Donde se unen estos sinuosos caminos podemos encontrar el colegio al cual llevo a mi hija, con un número muy bajo de niños, por el simple hecho de que a él acuden hijos de inmigrantes. Si bien es cierto que el neoliberalismo ha convertido la educación en una mercancía, y la ha sometido a toda una lógica del fetiche que se carga de todos nuestros deseos y aspiraciones más profundos.
Y mas egoístas, por que no decirlo. De forma falaz y superficial, una escuela tiene que adecuarse a deseos y expectativas que “superen” y “cumplan” la salida de nuestro complejo histórico-social de ser simplemente agricultores y la auto culpabilidad de no ser lo suficientemente castellanos.
Por que ambas cosas nos atan irremisiblemente a la inferioridad social. Por eso nuestros hijos no pueden compartir colegio con niños de padres y madres inmigrantes. La sociedad como un conjunto posee todas las respuestas, pero estas están divididas en tantos fragmentos como grupos fragmentarios forman dicha sociedad.
Pensador y campesino