La tecnología sigue estando atada en su surgimiento, desarrollo y finalidad a hitos históricos profundos como la posesión, la propiedad, la auto referencialidad y los delirios paranoides de los Estados.
¿Sí ya existen medios materiales y técnicos para aplacar la necesidad humana? ¿Por qué no se ha logrado hacer? ¿El apaciguamiento de las necesidades humanas depende exclusivamente de la capacidad técnica? ¿Podemos afirmar realmente que un aumento del desarrollo tecnológico implica necesariamente una mayor liberación de la humanidad?
En la actualidad la percepción parece dirigirse, más bien, al polo opuesto. Cuanto más tecnológicas son las relaciones, mayor es la pobreza; cuanta más tecnología media la existencia, mayor es la exclusión producida.
¿Necesita la humanidad más tecnología? ¿Sigue estando la tecnología implicada en una dialéctica liberadora? o ¿Hemos entrado en un proceso de inflación donde más es menos para el bienestar del ser humano?
Por todo ello, no puedo dejar de preguntarme: ¿Han dejado de ir de la mano el desarrollo técnico y la mejora de la existencia? ¿Qué relación tiene la creciente tecnificación y la creciente pauperización de las poblaciones?
¿En qué punto exacto se produjo ese cambio de dirección? La máquina de vapor esclavizó como nunca antes a los obreros fabriles y desarrolló un proceso histórico para subvertir su uso enajenante y explotador. El propio concepto de explotación emerge de este proceso.
El movimiento que le siguió pretendió, hipostasiando la propia tecnología, recoger sus frutos y utilidades para las poblaciones en su conjunto. Es decir, supuso que el desarrollo tecnológico de los procesos productivos generaba un primer momento de explotación y seguidamente la posibilidad de subvertirlo y retorcer la tecnología para su uso por el bien común.
Probablemente la dialéctica no estaba, exclusivamente, en el desarrollo tecnológico.
Sin duda la triada de racionalidad, tecnología y acumulación de capital sigue siendo de gran relevancia; pero tales conceptos no se han jerarquizado de un modo consecuente hasta el momento.
La tecnología parecería así una prolongación “instrumental” de la voluntad de privatización y exclusión.
Las relaciones entre la propia economía, la acumulación capitalista, y el desarrollo tecnológico no sigue líneas claras. A cada descubrimiento o desarrollo técnico no le sigue un uso, aplicación y despliegue económico claro. Y al contrario, las simples necesidades económicas no acaban, aun esforzándose, de limitar el campo y dirección de lo tecnológico.
Es una relación de mayor profundidad, que invoca modos de operar pretéritos: las posibilidades tecnológicas son secuestradas, privatizadas y puestas al servicio de modos de absorción del capital, del conocimiento y de la propia vida. O, de otro modo, podrían operar hacia modos de desarrollo novedosos, que fueran abiertos, no enajenables y armónicos con la vida.
Sin embargo, la tecnología sigue estando atada en su surgimiento, desarrollo y finalidad a hitos históricos profundos como la posesión, la propiedad, la auto referencialidad y los delirios paranoides de los Estados.
El resultado es un crecimiento de lo tecnológico que se vuelve contra las propias poblaciones, como tecnología armamentística o como dispositivos que desplazan las capacidades humanas, al servicio de una acumulación cada vez mayor, más restrictiva, violenta y que escapa al control de las comunidades.
Se argumenta que la tecnología es digamos “neutra” y que es su uso el que certifica su moralidad. ¿Está la tecnología solamente usada de mala manera? o ¿es intrínseco a su uso y crecimiento la situación creciente de expulsión de la mayoría del bienestar?
Demostrar esto necesitaría demostrar cómo la dialéctica de la propia tecnología va pareja a la de su posesión privada, y que su expansión absoluta sería el sueño de cualquier poder totalitario. Estaríamos entonces ante una tecnología cuya esencia es el dominio de la naturaleza y de las capacidades, una tecnología esencialmente violenta.
La tecnología actualmente generada aumenta las capacidades del dominio y no mitiga las necesidades humanas.
Podríamos preguntarnos también sí la tecnología facilita la vida o simplemente la modifica imponiéndole nuevas formas de ordenarse. Creando las mediaciones con la realidad y definiéndola a ella misma, la tecnología impone su propia ontología. (internet, subordinación…)
La capacidad de gestionar la información con mayor potencia y rapidez facilita aún más la acumulación capitalista. Y de los modos de procesamiento perfeccionados de información como la Inteligencia Artificial solo podemos esperar, de entrada, un uso acumulativo económico y de creciente manipulación.
Imaginar las condiciones de una tecnología no privatizada y no enzarzada en la maraña creciente del poder es una tarea necesaria y urgente. Cuanta más tecnología conforma nuestra realidad más ajeneidad tenemos con ella, al desplazarnos hacia un plan en el cual para nada, hemos participado.