¿Cómo se convierte una cultura en hegemónica? Y cuando lo es ¿cómo se identifica su reconocimiento y aceptación? ¿Son los códigos culturales reconocidos e interiorizados como superiores? ¿Qué significa la “sensación” de superioridad en este caso?
Cuando su dinámica dibuja el marco que establece los posibles, el código impreso se establece en interconexión con el todo poder. El afuera dibujado disuade de abandonarle y el adentro simbólico produce el placer momentáneo del alivio del sufrimiento, del esquivar la desdicha que a todos nos amenaza. Con el tiempo se petrifica en hegemonía y “gag” cultural. Se convierte en hábito.
La creación cultural no es un “ser del mundo” sino un “debe ser del mundo”.
Estar en su interior es una forma simbólica y casi ritual de “librarse” de la des-gracia, de estar en el afuera aterrador. Se hace hegemónica cuando la promesa de muerte en su negación es interiorizada y olvidada. Dibuja márgenes que chorrean el nuevo terror.
La cultura hegemónica tiene el ritmo de la temporalidad marcada por sí misma, ritmo de creación y ritmo de destrucción. Sus ritmos culturales “suenan” a “este tiempo” mientras todos los demás ya han quedado desfasados. Muertos, porque en definitiva muerte, es lo que se encuentra en su exterioridad.